LA ÚLTIMA DECISIÓN
Ella debía ser mi último trabajo del día. Pero sentí curiosidad por volver a verla y durante la mañana, hice un alto, para visitarla en su nuevo hogar. La encontré en la tienda de Francisco, eligiendo una cuerda bien resistente. Desde detrás de la estantería de tornillos, miré furtivamente entre las cajas. -No era mi intención dejarme ver antes de nuestra cita. Parecía preocupada por el grosor y la resistencia de la cuerda, pero el dueño la convenció de que era buena. Compró dos metros de cuerda de la mejor calidad y salió del comercio. Volver a verla produjo un extraño efecto en mí. Su mirada era más triste que la última vez. -Me cuesta entender que haya gente que se rinda con tanta facilidad. Anaí regresó a casa, guardó la cuerda en el armario de las escobas y recogió el resto de la compra. Luego entró en casa de su suegra, para recoger a su hija. Besó a la niña y saludó a la madre de su marido con desgana. Sabía que no le